La pandemia cambió la vida de todos produciendo diversos impactos y grados de adaptación a las condiciones impuestas por una nueva realidad que nadie esperaba. En el ámbito educativo, el aislamiento social obligatorio y la suspensión de clases forzaron los tiempos de transformación digital de las entidades de todos los niveles de enseñanza. También llevaron a capacitar rápidamente a los equipos docentes para que pudieran asumir los nuevos desafíos en forma efectiva, especialmente de cara a los requerimientos de los centennials.
La velocidad del cambio para muchas instituciones fue exponencial, principalmente para aquellas que tuvieron que asumir la modalidad online desde cero en pocas semanas. Esto llevó a desarrollar implementaciones desprolijas o complejas -en algunos casos- y no dio tiempo a formar adecuadamente a los equipos docentes.
Para muchos alumnos el surgimiento de la pandemia también resultó dramático: al carecer de acceso a la tecnología o a Internet, no pudieron continuar con su educación. O bien lo intentaron, pero los resultados del proceso no fueron positivos a raíz de diversos problemas tecnológicos y de formación docente, que se presentaron en las instituciones.
Los estudiantes notaron que la modalidad de enseñanza en línea incorpora las formas de comunicación a las que ellos ya estaban acostumbrados en la vida social.
No obstante, la modificación en las condiciones de aprendizaje fue menos traumática para muchos alumnos que se encuentran cursando el secundario y la universidad, y que contaban con dispositivos tecnológicos adecuados y un buen nivel de conectividad en los hogares.
Perfil tecnológico de los centennials
Superadas las primeras semanas de transición hacia la virtualidad, y ya con muchas instituciones educativas funcionando online, los centennials empezaron a experimentar mejoras notables en sus rendimientos, ya que el e-learning incorpora las formas de comunicación a las que ellos ya estaban acostumbrados en la vida social.
La similitud de las interacciones educativas con sus modos habituales de relacionamiento y entretenimiento los llevó a un escenario de comodidad, donde todo comenzó a fluir en forma natural. De esta manera, alumnos que presentaban hasta el año pasado niveles discretos de desempeño, comenzaron a destacarse y equilibrarse con el resto de los compañeros, favorecidos por un espacio que les permitió desarrollar todas sus potencialidades.
Pero el efecto positivo que está teniendo la virtualidad en los estudiantes con acceso a la tecnología no es extraño ni resulta sorpresivo para quienes analizan las características de cada generación y sus impactos sociales.
Estamos refiriéndonos a los integrantes de la generación Z, también conocidos como centennials, que nació con la virtualidad incorporada a su ADN. Ellos son los primeros nativos digitales: nacieron y crecieron con Internet como parte habitual de sus juegos y formas de comunicarse. Antes de aprender a leer y a escribir aprendieron a operar un celular y conectarse.
Los centennials poseen naturalmente una serie de características que coinciden con las habilidades blandas más requeridas por el escenario actual. Una infografía publicada por Infojobs las describe con precisión:
- Son intuitivos con la tecnología.
- No conciben la vida sin conectividad.
- Son prácticos.
- El multitasking es parte de su naturaleza y pueden operar diferentes dispositivos a la vez.
Por otra parte, no los seducen las actividades con horarios y lugares fijos. De hecho, prefieren huir de los esquemas rígidos que nos les permiten priorizar sus necesidades personales. En otras palabras, cualquier momento es propicio para conectarse y estudiar, y una modalidad de estudio que les brinda esa flexibilidad y les permite maximizar sus intereses, simplemente se trata de la horma perfecta.
En términos de plataformas de comunicación, el estudio ‘Centennials a los 21’ realizado por Kantar, revela que la generación Z usa sus celulares un 30% más que el resto de los adultos. Al ser la mayoría de las plataformas de e-learning compatibles con móviles, se facilita aún más la conexión de los alumnos con el estudio.
El fenómeno de mejora de rendimiento escolar en muchos estudiantes, que se produjo en estos complicados momentos de pandemia, mostró lo que puede ocurrir cuando se reduce la brecha entre las formas en las que se trasmite el conocimiento y la manera en que las personas interactúan entre sí.
Los centennials poseen naturalmente una serie de características que coinciden con las habilidades blandas más requeridas por el escenario educativo actual.
Pero también dejó en evidencia las profundas desigualdades de acceso a recursos tecnológicos que existen en la Argentina y el resto de América Latina.
Lo cual ha resurgido la necesidad de replantear y actualizar el sistema educativo, para adecuarlo a un mundo que no volverá a ser el que conocíamos, y a una generación que aprende un modo diferente al planteado por los esquemas vigentes hasta hace unos meses atrás.
A la luz de los acontecimientos actuales, muchas de las discusiones que se venían manteniendo en los últimos años sobre la conveniencia de incorporar fuertemente la tecnología en la educación, resultan anacrónicas. Mientras que otras, como la falta de penetración real que tiene la tecnología entre todos los alumnos del universo educativo, adquiere mayor importancia y urgencia.
Sin duda la pandemia logró revalorizar la importancia de la tecnología en el proceso educativo, inclusive en relación a los más escépticos. Además, impulsó nuevamente el debate en torno a la desigualdad e inequidad de acceso a los recursos.
Desde las instituciones, asumir el reto de integrar la tecnología a los procesos educativos en concordancia con las exigencias y necesidades de la pandemia y la nueva normalidad, implica que los equipos docentes de todos los niveles se capaciten y actualicen.
Contar con conocimientos, competencias y habilidades vinculadas a la gestión de tecnologías educativas, será un requisito imprescindible para los profesores que hoy son testigos y protagonistas del surgimiento de una nueva era.