¿Alguna vez pensaste que tus metas, al ser mal gestionadas, pueden perjudicarte? Hablamos un poco sobre la importancia de manejarlas con cuidado.
Es normal tener una extensa lista de metas por cumplir y trabajar incansablemente para conseguirlas, saber qué necesitamos para llegar a cada una de ellas y utilizarlas para alimentar la motivación cuando todo se vuelve un poco tedioso. Sin embargo, muchas veces nuestra relación con los objetivos que ponemos en el camino termina llevándonos a expectativas que nos superan y nos hacen sentir, aún en nuestra faceta más eficiente, retrasados respecto a un plan que es propio.
El factor que representa el deber también tiene un papel importante en esta cuestión. Ver la manera en la que otros se manejan en su vida profesional puede llevarnos a realizar comparaciones y sentir que no estamos rindiendo de la manera que deberíamos hacerlo. Podemos llegar a replantearnos desde nuestras elecciones hasta la forma de proceder respecto a ellas, lo cual no resulta motivador en lo más mínimo.
Algunas de las claves para evitar las metas poco realistas:
Nadie crece profesionalmente de la misma manera. No existe una forma estándar de hacer las cosas. Si bien la disciplina y el trabajo duro son cuestiones que cualquiera debería incorporar al momento de buscar el crecimiento en algún área de su vida, no siempre sus resultados se ven iguales y no suelen funcionar de una manera lineal.
Mirar los errores de una forma crítica y utilizarlos para construir es importante, pero también es preciso entender un logro y disfrutarlo de la misma manera.
Es normal cambiar de idea sobre lo que estás buscando. Lo interesante respecto a las metas es que, a medida que aprendemos cosas nuevas, pueden modificarse o incluso cambiar casi por completo. Puede ser que, comenzando a estudiar, entiendas que tu carrera puede llevarte a otros futuros laborales que no coinciden con el plan que tenías en un principio, eso es parte de un crecimiento que muchas veces se etiqueta como negativo.
Tener muchas metas no implica que todas deban cumplirse ahora. Hay momentos para cada cosa y eso hay que tenerlo claro, no todo está hecho para cumplirse en el corto plazo. Incluso es normal que haya objetivos para los que todavía no tienes siquiera las herramientas necesarias, ya que parte del proceso es adquirirlas. Es importante tener en cuenta esto para poder ver el camino de una manera progresiva y no como algo que siempre está incompleto.
Contar con metas claras nos ayuda a saber qué debemos hacer y cuándo debemos hacerlo.
Es importante encontrar un balance que te permita disfrutar. Si bien trabajar es importante, hay que tener en cuenta el tiempo que necesitas para descansar, tener algún pasatiempo y compartir con las personas que te importan. Tener en cuenta que en todo el trayecto que recorremos hasta terminar nuestra carrera o encontrar el trabajo ideal tenemos que contemplar otras cosas; eso nos puede ayudar a no exigirnos de más. El día tiene 24 horas y el desempeño no es el mejor si no se descansa apropiadamente.
No te olvides de los pequeños logros. La realidad es que tenemos cierta tendencia a fijarnos en todas las cosas que no logramos o en todo lo que no salió como debería, pero rara vez paramos a contemplar lo que hicimos bien. Sin intención de caer en la autoayuda, es importante destacar la importancia de un refuerzo positivo de vez en cuando. Mirar los errores de una forma crítica y utilizarlos para construir es importante, pero también es preciso entender un logro y disfrutarlo de la misma manera que planeamos disfrutar los grandes objetivos que nos planteamos en primer lugar. Permitirse disfrutar de una buena nota en un parcial o un trabajo práctico bien logrado es más importante de lo que parece.
Contar con metas claras nos ayuda a saber qué debemos hacer y cuándo debemos hacerlo. Sin embargo, dado que contamos con la posibilidad de moldear esas expectativas, es importante que lo hagamos conforme a todos los aspectos de nuestra vida y no solamente persiguiendo una productividad poco realista.
2 comentarios
Muy interesante…
¡Gracias, Horacio!